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Padre Francisco Zaldívar de El Guapo

Texto que describe su vida en El Guapo, tomado de fragmentos de “Las Raíces de El Guapo”, libro de Amado Cornielles (2007), el cual me han prestado mis amigos Carmen Elena Barrios y Jesús González.

Busto del Padre Francisco Zaldívar, que se levanta ante la fachada colonial de una hermosa casa de El Guapo.

En tiempos difíciles y peligrosos, concretamente en 1904, y proveniente de las Vascongadas, con 32 años de edad, arribó a El Guapo el diocesano Francisco Zaldívar, para dirigir dicha Parroquia; había nacido en Vitoria en 1872, importante centro industrial y agrícola de España. Ciertamente éste cura prodigioso era un verdadero apóstol de Jesucristo;  por eso, él es reputado por su elevada nobleza, grandeza de alma y sus obras, como el mejor sacerdote guapence de todos los tiempos. Éste apóstol vasco, supo enseñarles a sus feligreses que la libertad nace de la fe.
El Guapo le produjo a Zaldívar una grata impresión, “pueblo libre y trabajador le llama”. En efecto, al llegar a esta comunidad, procedente de Caracas, lo más gratos que vieron sus ojos fue el paisaje de La Española. En ese lugar estaba la estación del ferrocarril de Carenero; un edificio enclavado en la falda de una montaña de pendiente suave y de magníficas condiciones atmosféricas y telúricas.
Estación Terminal La Española, del Ferrocarril de Carenero, donde llegó, en el año 1904, el Padre Francisco Zaldívar.
Durante veinticuatro años que vivió el Padre Zaldívar en El Guapo, supo enseñar a sus habitantes a trabajar y amar a Dios. Y como ha dicho un distinguido escritor católico, “sólo los que aman a Dios, se aman rectamente”, claro que, Zaldívar fue santo porque él siguiendo la enseñanza de Cristo, tenía presente en todo tiempo la gravedad del combate contra el pecado.
La Señora Rosario Hernández de Domínguez, después de pedirle la bendición al Padre recién llegado, le sugirió acompañarlo para guiarlo hasta la casa parroquial, residencia que había sido abandonada por los dueños durante la Batalla de El Guapo en 1903. Allí lo esperaban muchas damas de la sociedad guapence, encabezadas por doña Carmen María Caraballo. En ésta casa parroquial, en un catre de tijera vestido de sábanas blancas, manta de cama y una almohada para reclinar la cabeza, pasó su primera noche el nuevo Párroco de El Guapo.
Según Amado Cornielles, en relatos orales, con fuerza y entusiasmo, algunos vecinos guapences, dan por cierto que el Coronel Eleazar López Contreras, cuatro meses después de haber tomado posesión de su cargo como Primera Autoridad de Río Chico, visitó El Guapo y al pasar por uno de sus barrios, cuál no sería su sorpresa ver en una hondonada al Padre Zaldívar podando un árbol de aguacate. De inmediato el joven Jefe Civil riochiqueño se acercó a él y después del saludo de costumbre, conversaron un rato, y luego, a instancias del religioso, se dirigieron ambos a la Casa Cural.
Al llegar el Padre Zaldívar a su vivienda invitó al distinguido visitante a pasar a un saloncito donde él recibía a sus feligreses. Allí platicaron largo y tendido y paladearon un blanco majarete, acompañado de café cortado, que les sirvió Rafaela Chocloa, descendiente del cacique Chocloa; jefe de los indios de la región guapence, cuando llegaron a ella los primeros españoles en 1565. Como dicho hijo de Queniquea era un estudioso de la Historia, recordó a Zaldívar, la presencia de los vascos en nuestro país en la época de la Guipuzcoana, que comenzó en 1728 y terminó en 1781, motivado al gran descontento de los hacendados de cacao respaldados por la población criolla.
Fue un día maravilloso para López Contreras, había conocido a un santo sacerdote español que, a semejanza de los curas obreros franceses de la actualidad, trabajaba en la realización de obras de beneficio colectivo y proyectaba otras, como por ejemplo, el acueducto San Ignacio que construyó años más tarde, el cual surtía de agua potable a los guapences. Es por eso que la Primera Autoridad de Río Chico al regresar de su viaje a El Guapo dijo a sus inmediatos colaboradores: “Debo reconocer que el Cura de El Guapo es un hombre creativo, laborioso y corajudo, él es una chispa de luz que fija en lo infinito”. Y, en verdad el Padre Zaldívar era un vasco, y “los vascos forman una raza vigorosa, trabajadora, de costumbres sencillas, tan duras y tan nobles que aquí pareció encontrar el cristianismo su clima más propicio y echó raíces más fuertes y profundas” como escribió un conocido narrador español.
Amelia Ferrer, la singular maestra guapeña, poco a poco se formó  en una escuelita primitiva del lugar; luego, en la edad juvenil disfrutando de las condiciones climáticas y acogedoras de su pintoresco pueblo; como una alondra madrugadora, se topó con el santo Padre Francisco Zaldívar, quien con sus vastos conocimientos adquiridos en Europa, la dotó con todas las armas educativas, para enfrentar la vida con voluntad.
Estaba presente Zaldívar en toda la Parroquia, pues él visitaba con frecuencia las aldeas de la comarca en su mula “Cucha” y es muy recordado por las obras de bienestar colectivo que realizó en la población. Entre dichas obras, se destacan: la Iglesia Católica, con influencia propia de las vascongadas, que reemplazó la ruinosa capilla colonial, la cual existía en ese lugar, y también construyó el acueducto llamado popularmente “Tanque San Ignacio”, que surtía de agua potable a la Parroquia.
Francisco Zaldívar a principio del siglo pasado, desde el púlpito de su Iglesia, y también desde una pequeña silla; él asomado desde el balcón de su aposento, a menudo, miraba la Calle Real. También con frecuencia, veía volar lentamente los papagayos que servían de diversión a los muchachos, los miraba remontar lentamente sobre los cacahuales y senderos trillados de Barlovento.
Unos once meses después de su llegada a El Guapo, concretamente en 1905, el Padre Zaldívar se dirigió a Batatal. Dejó a un lado por unos días sus trabajos en la Parroquia y acompañado por el vivaz Jesús Trujillo, partió para el pueblito de la fogosa india María Tucuyo. Bien, al rayar el alba, cuando tomaban café caliente antes de partir, el hijo de Vitoria preguntó a su guía Trujillo: ¿Cuánto tiempo dura el viaje, y que largo es el camino?. Inmediatamente su interlocutor dijo: Padrecito, el sendero es largo, sinuoso, tiene muchos recodos y en algunos trechos hay que seguir el curso del Río Guapo. Pero si se hace buen tiempo llegaremos aproximadamente a las seis de la tarde. El camino que llevamos se anda en un día.
Fue así como una mañana fresca y serena, el Padre Francisco Zaldívar, atendiendo una invitación del Comité Pro Fiestas Patronales de Batatal, se dirigió a la susodicha aldea donde está la famosa cueva de Arizábalo.
En compañía de Fray José Zapico, en el 15 de junio año 1920, Francisco Zaldívar, después de una travesía en canoa por el Río Guapo, y luego su paso por “el callejón” visitó el “Pozo de Baca”, donde el Padre Zapico ofició una misa junto a feligreses que esperaban allí y el Padre Zaldívar bendijo las aguas cristalinas del pozo. También juntos predicaron, en el año 1927, en las fiestas patronales de San Felipe Neri y en las fiestas de La Candelaria del año siguiente, además ayudaba al Padre Zaldívar, cada vez que se presentaba la ocasión. Sin duda alguna, estos dos sacerdotes españoles dejaron obra material y espiritual en El Guapo y San José de Barlovento, donde era Párroco Fray José Zapico. 
Fray José Zapico, con quien el Padre Zaldívar compartió parte de su vida en estos suelos barloventeños.
Quería éste clérigo español por encima de todo, realizar obra grande y perfecta, de conformidad con los deseos del Señor, a pesar que la tuberculosis, enfermedad infecciosa y contagiosa debido al bacilo de Koch, había comenzado a minar sus pulmones. Estaba al borde del sepulcro; pero gracias a Dios y a todos Los Santos, se restableció en varias oportunidades, tomando el aire saludable de montaña. Pero, no cabe duda, que éste sacerdote con la dicha suprema de la fe católica, dejó a un lado su enfermedad porque amaba  al prójimo. Y él, tenía la esperanza que al dejar la tierra, vería las luces bellas que alumbran y adornan El Paraíso, lugar en que vivieron Adán y Eva.
Sin lugar a dudas, dicho religioso, era un predestinado que hizo de Venezuela su patria adoptiva. Causaba admiración oírle predicar en su Iglesia sin par; que lucía un vistoso techo de tablas finas y piso de cemento romano; templo católico admirable que él construyó con mucho esfuerzo. De manera sincera afirman algunos parroquianos, que según testimonio de los abuelos, sus progenitores le enviaban dinero desde España para dicha obra y los feligreses lo apoyaron con optimismo. Ése templo, al decir del sacerdote Tornero: “se veía lindo, pequeño y con techos de buena madera. El altar mayor tenía una imagen del Sagrado Corazón, en el centro a la derecha la Virgen de la Candelaria y a la izquierda a San Felipe Neri, el patrono de todos los guapences.”
Foto de la iglesia guapence - hoy desaparecida - construida por el Padre Francisco Zaldívar con grandes sacrificios. En su lugar está enclavado un nuevo templo, cuyo interior acoge la tumba del futuro santo Francisco Zaldívar de El Guapo
También a un lado de la pila bautismal, había una nítida fotografía de Pío X (Papa de 1903 a 1914), la cual colocó el Padre Zaldívar en su Iglesia acompañado de muchos cristianos, un día hermoso y lleno de sol de 1906.
Tiempo después de su llegada a El Guapo, el hijo de Vitoria quería que el ferrocarril llegara hasta el centro de El Guapo y con ese fin, fueron allanadas muchas colinas.
Tantas vinculaciones tuvo Zaldívar con la parroquia donde ejerció su apostolado que al final de su vida, casi moribundo, en sus delirios, quizá impulsado por su amor a El Guapo decía cosas afectuosas, una de ellas, dejaba entrever que era un retoño guapence. Algunas personas afirmaban que el hijo de Vitoria en las mañanas se le veía pasear por las calles y callejuelas de El Guapo, y por las noches acostumbraba asomarse  a la ventana de su aposento a ver la neblina que le recordaba las brumosas tardes de la capital de Alava, ciudad española engrandecida por el Rey Sancho Sabio. Muchas veces en sus noches de vigilia, él recordaba dicha comunidad situada en una llanura entre montañas, donde vino al mundo y afirmaba que deseaba hacer de su patria chica adoptiva, una Vitoria venezolana.
Otro aspecto que causó impresión al Padre Zaldívar, al pisar tierra guapence, fue la casa de Dios construida por los primeros pobladores de la comarca con mucha simetría arquitectónica, influenciados por el estilo visigodo que utiliza en sus construcciones el arco de herradura y posee importantes piezas de orfebrería.
En uno de esos días de 1914, el Padre Zaldívar había regresado de un corto viaje a Las Lapas, caserío ubicado a orillas de la Laguna de Tacarigua, y al llegar a su casa, sintió  dolores en los huesos y un escalofrío que nunca había sufrido. Eran indicios de que había adquirido la malaria; posiblemente al pasar por un lugar llamado Pirital donde abundaban los mosquitos portadores del paludismo. Allí tal vez, fue infectado el religioso vasco de ésta enfermedad que doblega hasta a los más fuertes seres humanos.
Para Zaldívar fue mortal aquella enfermedad porque él sufría desde el año 1900 una dolencia pulmonar crónica, que contrajo en España y a pesar de que en El Guapo se había recuperado bastante de dichas dolencia. Ésos malestares palúdicos afortunadamente fueron dominados por un medicamento que en ese tiempo se usaba para erradicarla, al recobrar la salud, el santo misionero pudo reintegrarse a los trabajos que estaba realizando en la Parroquia.
Los habitantes de El Guapo, sabedores de lo mortal que era dicha enfermedad en ese tiempo, se asombraron al comprobar que  su guía espiritual se había curado con mucha prontitud, y algunos llegaron a la conclusión que, haberse sanado éste tan ligero, había sido obra de Dios.
Puede afirmarse que era admirable la habilidad que tenía Zaldívar para ingeniar con curiosidad la solución de los problemas sociales, económicos y espirituales de su Parroquia. La comprensión de éste sacerdote muchas veces lo empujaba a hacer las veces de médico, le preocupaba mucho la desnutrición de los adultos y las enfermedades parasitarias de los niños.
Terminaba octubre de 1928, y pronto llegaría el frío navideño, y el Padre Zaldívar, tuvo la premonición que pronto moriría, habían pasado tres años de la fecha que con la ayuda de Dios, terminó de restaurar la Casa Parroquial. El 10 de Noviembre, llovía a cántaros, y en su casa, el Padre Francisco Zaldívar sufría una crisis de asfixia. Francisco María Trujillo, el siguiente día, cuando ambos bebían el café mañanero, comprendió que su amigo estaba muy quebrantado de salud y le preguntó: ¿Padre cómo se siente? Y éste poniéndose de pie con mucha dificultad le respondió: Me siento bien. Sin embargo, a pesar de su clara y precisa respuesta, Trujillo dijo para sí, la enfermedad que aqueja a nuestro Párroco es muy grave, seguramente el maligno bacilo de Coch acabó con sus pulmones. Es por eso la dificultad que tiene para respirar. Da la impresión que Zaldívar está siendo devorado por una tisis galopante. El grado de resistencia del hijo de Vitoria era grande, y en horas de la tarde se reanimó y hasta se sentó en su mecedora. De allí se fue directamente a su cama de la cual no se levantó más nunca. El día 12 amaneció muy grave y en horas de la tarde entró en coma. Miguel Ferrer, después de verlo a eso de las cuatro de la tarde, al salir a la calle,  comunicó a unos parroquianos que el cura de El Guapo agonizaba. Y, al saber los guapences la verdad, mostraron una gran aflicción e incluso, algunas mujeres comenzaron a llorar.
El 12 de noviembre de 1928, al filo de medianoche, dejaba el santo sacerdote, Francisco Zaldívar la tierra, para abrazar en la luz infinita del cielo, a los guapences buenos que le habían precedido. En la obra diamantina y cristiana de su existencia, a su paso por el mundo, dejó en ella la señal de Dios en su alma; por ello es merecedor figurar en los santos de la futura Venezuela. Que así sea.
Éste cofre, que se encuentra en la actual Iglesia Parroquial San Felipe Neri de El Guapo, conserva en su interior los restos  del Pbro. Francisco Zaldívar
 

Francisco Zaldívar, descrito por el escritor Amado Cornielles, fue un hombre laborioso, intuitivo y divinizado que, destinado por Dios, creador y conservador del universo, desenvolvió la mayor parte de su vida en medio de una villa, golpeada duramente por luchas intestinas y las aguas caídas del cielo que formaban pantano bajo un cálido clima, y un sol abrasador. Agrega; el venezolano pensante concluirá por entender porque el Padre Zaldívar, uno de los más grandes sacerdotes católicos venido de España a Venezuela en el Siglo XX, a pesar de vivir en un apartado villorio del Estado Miranda, como en ese tiempo era El Guapo; en sus conversaciones al final de su vida, muchas veces hacía de pasada, referencia de los magistrales escritos de José Ingenieros. Es cierto que debido a su formación cristiana y a sus continuas lecturas relacionadas con la moral, éste santo religioso vasco, enseñó a los guapences a ser respetuosos, cultos, libres y honestos a carta cabal.
Amado Cornielles, escritor, autor del libro "Las Raíces de El Guapo"

“Mi homenaje a un ilustre sacerdote, digno representante de nuestra historia guapeña, de nuestras raíces. Gracias Dios, por ponerme en la villa donde vivió el Padre Francisco Zaldívar”
Luis Enrrique Díaz

(2016)

Comentarios

  1. Muy bien, es bueno seguir buscando informaciones de quienes lo conocieron para aumentar la biografía. te felicito es el mejor regalo al Guapo

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  2. Dios le guarde, amigo LUIS. Excelente trabajo el que Usted realiza sobre la historia de El Guapo. En este caso, del Padre Zaldívar, me motivó su búsqueda porque vi recientemente que preparaban la memoria de su fecha de fallecimiento. Solicito su permiso para extraer algunas de sus frases y darle forma en una nota conmemorativa que deseo publicar en mi blog El Guardián Católico. De antemano, le estaré agradecido. Me encantó su blog. Y un detalle: por primera vez, he tenido la oportunidad de escuchar la música local, especialmente de la Bandola Pate é Perro que suena fenomenal. Dios le bendiga.

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