Fiestas patronales de El Guapo, año 1920

 


El Guapo, 24 de Mayo de 1985

Por: Alberto Domínguez

 

Voy a contarles someramente cómo eran las fiestas patronales de San Felipe Neri en la década de los veinte (1920), vivencia  del Presbítero Fray José Tornero, plasmado en su libro “Barlovento”.

 

Día 25 de Mayo. Las campanas estaban como locas dando el primer repique y las cámaras reventaban junto al cotoperí de la plaza. Ya venían al rosario las muchachitas y las viejas. Los hombres esparaban la hora fumando cigarros en la placita. La iglesia se veía linda, pequeña y con techos de buena madera. El altar mayor tenpia una imagen del Sagrado Corazón en el centro, a la derecha la Virgen de la Candelaria y a la izquierda San Felipe Neri, patrono de todos los guapenses. Muy concurrido estuvo el rosario. Las velitas se estaban apagando ya cuando terminaron las confesiones y casi simultáneamente se acababa también la retreta en la plaza con un sabroso joropo.

 

Al día siguiente, 26 de mayo, la gran fiesta. La misa mayor y la iglesia se veía repleta de feligreses para orar en acción de gracias y oir el sermón claro y valiente del Padre Zapico, un extraordinario sacerdote español, que hizo suya la región barloventeña, radicándose por muchos años en la población de San José de Barlovento, para el año 1913.

 

Mucho gozaba el Padre Zaldívar, párroco de El Guapo, con la elocuencia y viveza de su compañero de apostolado. La procesión de la noche era algo fantástico y pleno de devoción. Decía el Padre Zapico, que solamente los habitantes de El Guapo sabían seguir una procesión como se debe. En los otros pueblos de Barlovento las procesiones son temibles, en El Guapo son conmovedoras. Las filas de hombres y de mujeres van silenciosas rezando o cantando. Se ven las calles iluminadas por las lucecitas de las velas y el paso del santo avanza calladamente por las cuestas empedradas del pueblo, y así hasta regresar nuevamente a la Iglesia. Por eso eran admirados en todas partes los hombres de El Guapo y decían que eran dignos del nombre de su pueblo.

 

El 27 de Mayo eran los regocijos populares: piñatas, carreras en sacos, pollos descabezados, sarten ahumado y abundantes cohetes. Las quincallitas vendían sus barajitas. Cada muchacho llevaba una bomba para soplar, un sonajero los más chiquitos y el carrito, la perinola y la pelota de los mayores. Fotógrafos al minuto hacían centavos con los retratos.

 

Así eran en esa época las escenas de las fiestas patronales. El Padre Zaldívar se mezclaba con su gente y dialogaba de corazón a corazón.

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