BENITO HERNANDEZ, hombre noble y solidario.

 

Del Sr. Benito Hernández quisiera hablarles, con el apoyo una vez más de su hija, Ángela (La Nena), a quien aprecio muchísimo, junto a toda mi segunda familia: Los Hernández Guaramato.

Me cuenta La Nena:

Para mí un papá único, amoroso, responsable, maravilloso. Crió él solo a su hijo mayor Hermes Agustín, ayudado por un ser súper especial Rafaela Moreno (mi abuelita Moreno).

Mi Papá, Benito Hernández nació en el guapo el 04 de septiembre de 1906, aunque en su cédula, la número 50.075 aparece que nació el 06 de septiembre, siempre nos decía que esa fecha estaba errada. Su mamá, Ángela Hernández, mi abuela, murió al darlo a luz; por lo tanto mi papá era huérfano de madre y hasta el final de sus días añoró a su mamá. Ya muy viejo murió de 92 años, nos dijo un día que por fin había conocido a su mamá, que la había visto en la noche sentada en su cama y había conversado con ella; obviamente su añoranza y sus deseos lo llevaron a tener un sueño casi real con ella porque mi papá estaba ciego, había perdido su vista por una enfermedad llamada glaucoma. Fue criado por su tía Sofía Hernández, en esa severa crianza de la época; su infancia fue difícil, huérfano al fin, por los castigos que le imponían quienes lo criaron de niño.

Su papá Gerónimo Trujillo, mi abuelo, tuvo larga vida y unos cuantos hijos, aunque mi papá fue hijo único de su mamá, por parte de mi abuelo Gerónimo tuvo sus hermanos a los que quería mucho y a los que siempre fue muy unido, mis tías y tíos Esperanza Pérez, Carmen Antonia Moreno (la primera oficinista de correo de el guapo), Pedro Pérez y Benito Marín.


Estudió solo hasta segundo grado de primaria, sin embargo fue un autodidacta, leía y escribía muy bien, en cálculo era muy competente, se leía diariamente la prensa, periódicos como El Universal, Últimas Noticias y El Nacional que llegaban a nuestro pueblo diariamente, motivó permanentemente a sus hijos al estudio.

Mi papá fue arriero cuando joven, con el tiempo compró un negocio a su tío José Hernández, una bodega que mantuvo casi durante toda su vida. Fue casi el único negocio de ese tipo durante mucho tiempo en El Guapo, muy surtido, vendía de todo, desde comida, sal en grano, medicinas, material de ferretería, combustible (kerosene) tabaco, telas, licores, combinó este quehacer con la compra de cacao y su venta a las empresas procesadoras chocolateras. Con el tiempo tuvo algunas parcelas productoras de cacao, La Esmeralda y Bajo Seco, una de las cuales le fue expropiada durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez para construir la represa de El Guapo; otras antes de morir se las traspasó con sus respectivos documentos a los campesinos que se la trabajaron.


Mi papá, como muchos jóvenes de su época, militó en el partido Acción Democrática (AD) y participó en la lucha contra Pérez Jiménez, la policía política de ese régimen (la Seguridad Nacional) le tenía un expediente a él y a muchas otras personas de El Guapo como: Juan Hernández (primo de mi papá), Domingo Rebolledo, Lorenzo Lamar (primo de mi papá), Encarnación Hernández, Manuel Salazar y José Antonio Álvarez y vigilaba las actividades que hacían, (fuente: Cuando mataron a Ruiz Pineda, Acuña Guido 1977). Posterior a esto, ya en la época de los sesenta siendo adeco estuvo preso debido a las actividades que mi hermano mayor Hermes Hernández realizaba, estudiante de medicina en la UCV para aquella época, fue perseguido por brindar apoyo al frente guerrillero Ezequiel Zamora que operaba en el Cerro El Bachiller. Fue allanada nuestra casa en varias oportunidades y mi papá detenido por varias horas en el Fuerte Militar Guaicamacure, en Chaguaramal.

Mi papá fue un hombre de conversación muy agradable, estando pequeña y en mi juventud me encantaba sentarme con él para escuchar sus anécdotas de los tiempos en que creció, refería historias que le habían contado a él, como la de su casa, la que es hoy mi casa materna en la que cayeron esquirlas de balas de cañón disparadas por Gómez y sus hombres contra Nicolás Rolando en la Batalla de El Guapo que arrancaron un tajo a una de las puertas de la sala, supongo que es una anécdota recogida de los viejos de su época porque la batalla en cuestión fue en 1903 y el nació tres años después. Me contó otras historias y circunstancias vividas cuando ya tenía 12 años de edad, como la época en que azotó la pandemia de la gripe española al mundo y en la población de El Guapo murió mucha gente a causa de esta epidemia, entre ellas mi bisabuela María de los Ángeles Cedeño, abuela de mi mamá. También me habló del ferrocarril y las veces que viajó en este y luego en vapor desde Carenero hasta La Guaira y de allí a Caracas. De la procesión (parranda) del Niño Jesús, me contaba que recorría en sus tiempos no solo el casco del pueblo, además también los campos de nuestro pueblo y llegaba hasta los pueblos cercanos del estado Guárico en el que le obsequiaban reses al Niño Jesús. Anécdotas que me encantaban.


Era amante de los animales y no le gustaba que los maltrataran o mantuvieran en cautiverio, solía abrir las jaulas cuando veía que mi mama tenía pajaritos presos allí. Contó que una vez a Bruno, un primo de él que vivió en la casa, le salió San Lázaro (santo protector de los animales) porque los maltrataba, desde ese día según mi papá, Bruno se volvió amoroso con los animales y vivía rodeado de perros y gatos.

Mi papá era un hombre muy generoso, solidario, viví en primera personas innumerables gestos de ayuda, de apoyo a familias campesinas. Fue un amigo excepcional brindando desinteresadamente bienes y apoyo afectivo a muchos de sus amigos, mi casa familiar fue siempre un sitio de puertas abiertas, de encuentro amistoso los días domingo para el sancocho, el dominó y las amenas conversaciones con sus muchos amigos.

A sus hijos nos dejó como herencia en el hogar que construyó con mi querida madre, una formación que resume lo mejor de sus valores humanos, sociales y su gran nobleza.



Tomado del texto: “Un hombre noble y solidario, mi papá”, de Ángela Hernández



Luis Enrrique Díaz

Octubre, 2021

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