María Efigenia Morales

María Morales
El arte de curar con oraciones


María Efigenia Morales Rondón nació en Los Cantiles, jurisdicción de San José de Guaribe en el Estado Guárico, el 8 de marzo de 1924. Hija de Benjamín Morales y de Anastasia Rondón; creció junto a sus hermanos Eduardo, Eugenio, Gabino, Andrés, Benjamín y Zoila. Su madre fue partera y curandera muy conocida en Los Cantiles, su padre un abnegado agricultor, conocedor de la tierra y las montañas que rodean estos pueblos.

Su niñez, y gran parte de su adolescencia la vivió en su suelo natal; allí conoció a Fernando Caraballo, con quien se casó y tuvo dos hijos: Rafael e Inés. Con su familia se mudó luego a Río Negro, donde vivieron algunos años. Se trasladó con su padre a Boca de la Muerte, por aquellos lados entre Batatal y La América, allí vivieron unas cuantas lunas y luego se mudaron a El Guapo, donde viviría la mayor parte de su vida.

En El Guapo puso en práctica los conocimientos heredados de su madre, y otros aprendidos con el pasar de los años. Valiéndose de los medios curativos que poseía mediante la religiosidad popular, María Morales era conocida por su fama de curandera, mujer cautelosa que utilizaba las oraciones silenciosas para remediar erisipela, mal de ojo, quebradura y movimiento de huesos, lombrices, sereno, culebrilla y en más de una oportunidad le buscaban para la preparación de bebedizos de fertilidad.

Este don lo compartía también su hermano Gabino, quien pudo salvar a su propio padre tras una mordedura de culebra. “(…) lleve ese pañuelo y colóqueselo a papá donde lo mordió la culebra”, encomendó Gabino; y se libró de aquel temible veneno.

Perdió la visión cuando tenía más de 75 años de edad, esto limitó mucho el desarrollo de sus actividades en el hogar donde vivía, sin embargo, desde su casa ubicada en la Calle Palo Verde atendía a quienes preocupados y esperanzados la buscaban por alguna de las angustias mencionadas anteriormente. En lo personal, recibí de sus manos la atención durante tres días consecutivos luego de haber sufrido una lesión en los tejidos blandos de la rodilla derecha cuando cursaba 5to año de bachillerato; recuerdo era el fin de semana de las fiestas del pueblo, y en las actividades deportivas del aniversario del liceo Amelia Ferrer caí desplomado mientras jugaba voleibol. En la tarde me llevaron ante la Sra. María Morales, y al tercer día no había dolencias ni nada que causara molestia.

Aquí hago mención a lo que una vez me dijo el Sr. Úrsulo Guevara cuando un esguince puso mucho dolor en uno de mis tobillos: “…yo no te voy a curar nada, es la fe que tu pongas en mi lo que te va a aliviar.” Algo así tenía lugar cuando acudíamos a casa de la Sra. María, si bien sus dones curativos eran innegables, la fe juega un papel importante en estos casos donde los susurros y unas manos llenas de algún ungüento son suficientes para acabar con tales dolencias.

Ella también es recordada por sus labores de lucha y resistencia en las montañas que rodean este pueblo. Desde aquí participó de manera clandestina en la lucha revolucionaria venezolana de la década de los sesenta, valiéndose de sus habilidades y conocimientos servía al Frente Ezequiel Zamora y atendía al seudónimo “Comandanta Inés”; en ocasiones se le llamaba “Doña Bárbara”, por su notable temple y belleza física.

María Morales murió el 20 de abril del año 2019 y sus restos reposan en el cementerio local. En su memoria, se rindieron sentidos homenajes el día de su despedida, especialmente por parte de sus familiares y amigos.


Con la colaboración de: Carolina Morales, Juan Morales (Pancho), Paola Robles y Edward Pinto.


Luis Enrrique Díaz
15 de mayo de 2025


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